Capítulo II. DON GONZALO DE ZÚÑIGA.
“ Y me olvidarás
en el tiempo
sin poder recordar
ni siquiera mi nombre.
Y me olvidarás
como nube
que a su paso
solo deja sombra.
Y me olvidarás
como el pájaro
que se posó
en aquella rama
sin cantar.
Y me olvidarás
como el río
que se cruzó
detrás de
tu camino.
Como una luna
de melaza
sin colores
ni esperanza.
Como una risa
de porcelana
que suena
lejana
entre voces.
Como una rosa
de verdes espinas
sin olores
ni rubor rojo.
Como una brisa
esquiva y perdida
que se aleja
sin besar cabellos.
Y me olvidarás
olvidando,
sin sentir
que has olvidado,
como la mañana
olvida la noche.
Y me recordarás
quizá en algún momento
quizá solo por un instante,
con aquel gesto,
con aquella mirada
con aquella palabra;
que nunca se dijo…”
Don Álvaro había decidido
marcharse del pueblo, pero ha recibido una carta para acudir a una
fiesta en el castillo de los Zúñiga, Don Iñigo Zúñiga es un hombre muy poderoso
y su primogénito Don Gonzalo, está todavía sin compromiso conocido, es la
oportunidad esperada para tratar de encontrar la solución a sus problemas
económicos.
Don Gonzalo de Zúñiga es el
prototipo de hombre que volvería locas a casi todas las mujeres, alto, apuesto,
orgulloso para no decir soberbio, locuaz, mentiroso, insensible, mujeriego y
borracho, una buena prenda bañada en oro y buen vino.
Las mujeres humanas están hechas
de insensatez, desprecian a quien las quiere y aprecian al que las desprecia e ignora, en ese juego tan
femenino de ignorar a quien te quiere y perseguir a quien te ignora, nunca lo
entenderé, sois necios los humanos…
Como buen macho Don Gonzalo
sólo busca su placer, no le interesan los
demás salvo para cumplir su voluntad, exprimir a las personas hasta que son
inservibles para luego buscarse otro juguete.
La recepción es en un gran castillo, allí se ha congregado
toda la nobleza de las comarcas de Tiétar, Alberche y Alto Tormes como queréis
llamarle ahora los humanos. La fiesta era lujosa y fastuosa, para demostrar el
poderío de la familia, Don Iñigo recibía a sus invitados, mientras su hijo Don
Gonzalo como pez en el agua se pavonea gallardo delante de las mujeres, sabe
que es el objetivo de todas y no quiere renunciar a ninguna que se precie.
-
Cómo os llamáis,
no os había visto nunca.
-
Me llamo Isabel,
soy hija de Don Álvaro de Rojas.
-
Tenéis unos ojos
preciosos, Isabel, lástima que todavía seáis una niña.
-
No soy una niña,
Don Gonzalo, voy a cumplir 18 años la semana que viene.
-
Eso lo dirás tú,
muchachita, realmente creéis que sois una mujer, uhhhh, dejadme pensar, tiene
una figura preciosa y su rostro es muy bonito, pero con eso no basta. Tendríais
que demostrármelo algún día, no sé, ya veremos…adiós Isabelita.
Isabel se revuelve furiosa al sentirse herida, pero ya se ha dado
la vuelta Gonzalo, sabe que la inocencia de Isabel le llevará hasta él, y no
dejará escapar un espécimen tan fabuloso, para su colección de amantes…
Isabel está muy atraída por
ese hombre tan orgulloso y autosuficiente, será porque las mujeres buscáis la seguridad
, la fuerte autoestima y autosuficiencia en los hombres, lo que os lleva muchas
veces a los que menos os aman y os pueden amar.
Don Gonzalo ya tiene una nueva presa, se pasea en caballo
en las inmediaciones de la casa de Isabel, para hacerse ver, aunque no quiere
ir directamente a su casa, eso le
comprometería demasiado a los ojos de Don Álvaro. En el pueblo ya saben todos
porque se hace tan presente tan noble señor, sus correrías son muy conocidas en
la comarca.
Mientras Martín ajeno a todo
esto, tras su alegría inicial, se sume aún más en la tristeza, al comprobar que
Isabel le evita y le ignora, se ha cansado del torpe enamorado de la casa de enfrente, ya no le resulta tan gracioso como al principio,
y ella sólo piensa en el petulante de Gonzalo, los humanos sois necios, muy
necios…
-
Martín, te veo
mal, ya no sales a la calle.
-
Maese, ya ni me
mira, me ignora, me hace sentirme como un monstruo, si al menos fuera más alto,
Maese, que puedo hacer…
-
Olvidarla. Te lo
repito y te lo vuelvo a repetir, pero no me escuchas, ya te dije que te iba a
doler.
-
Pero yo no quiero
olvidarla y no puedo…
-
Martín, esta
noche podrías subir a la gran laguna, allí donde el aire es puro, seguro que mi
Tía Abuela, la Luna, que es muy sabia, te
podría hablar, si la escuchas…
Y allí está Martín, junto a
la laguna, abatido y triste, mirando a Luna, en una noche cálida de otoño…
“Y ahora estamos solos
dulce compañera,
háblame esta noche,
desde allí arriba,
y cuéntame te lo ruego,
qué es
el amor…
No creas que es fácil,
a pesar de que todo
lo he visto,
pero has tenido suerte
y quiero hablarte,
así que escucha…
El amor es el río
que no agota su caudal
y nunca llega al mar.
El amor es noche
cubierta de estrellas
y nubes de seda.
El amor es fuego
de cálido tacto
y suave sabor.
El amor es rana
que salta a un charco
y aparece en el océano.
El amor es un ave
que vuela deprisa
y anda despacio.
El amor es voz
que la puedes oir
pero no la escuchas.
El amor es juguete
en manos de un pez
que lo guarda en bolsillo.
El amor es montaña
que se sube de un salto
y nunca tiene cumbre.
El amor es agua
en un vaso sin fondo
y se escurre en tus manos.
El amor es un sueño,
el amor es una esperanza,
el amor es un niño pequeño
que se cae al andar,
el amor es el aire,
es el agua, es la tierra,
el amor es una luz
en tus ojos,
que te puedo contar más,
el Amor es vida.
¿ Lo has entendido,
mi tonto lunático?
Sí ,pero algo que
no
puedo comprender,
Si el amor es vida,
¿Cómo se sienten los vivos...?”
Gonzalo está resuelto a
conseguir a Isabel, por medio de un intermediario le mandaba mensajes, en los
que iba subiendo el tono amoroso, Isabel, dulce niña, ha picado el anzuelo y está perdidamente enamorada de él. La trampa
se está cerrando, la presa está a punto…
Martín sabedor de los avances
del romance de Isabel, se va sumiendo cada vez más en su abismo de
desesperación y desesperanza. Se pasa las horas acurrucado en un rincón de la
habitación, ya no me escucha, ya no es él, es un amasijo retorcido de tristeza
y sufrimiento…sois necios los humanos.
“ Y llorará rocío en el bosque
en pequeñas perlas de
lamento.
Y llorará luna en el cielo
detrás de una nube.
Y llorará brisa en la
noche
ahogándose en silencio.
Y de tus ojos verdes
caerá lentamente
muy lentamente,
ni una sola lágrima
ni siquiera una.
Y llorará fúgida
golondrina
al rasgar con alas de
cielo.
Y llorará alba encajado
entre nubes de
espino.
Y quedaré en desvelo
en mi ventana de
siempre
sobre el abismo.
Y te irás…
sin mirarme
sin hablarme
sin despedirte,
mostrándome tu
aprecio
en tu espalda.
Y llevarás…
mis pocas ilusiones
en tu silencio.
Y reirás…
con tus blancos
dientes;
yo no lo haré.
Y me postraré
en mi oscuro
rincón
otra vez más sólo,
viendo llorar
el cielo,
viendo gemir
el viento,
viendo
desgarrarse
los cirros,
sintiendo desmoronarse
las estrellas.
Y me quedaré
un día más
en mi muerte
preguntándome
si habrá mujer
sobre el duro
suelo
con algo de
corazón…”
Nunca podré comprender el
corazón humano, con lo sencillo que es vivir y compartir vuestras vidas con
quien os ama y os aprecia, tenéis que complicarlo todo, enredarlo todo, os empeñáis
en buscar lo que no os conviene y en sufrir absurdamente por cosas que se
solucionan fácilmente, hacéis vuestras
vidas desgraciadas por cualquier motivo,… sois muy necios los humanos.